domingo, 16 de octubre de 2016

Esta necesidad fue reiteradamente reclamada, ante la crisis penitenciaria que existe en nuestro país: cárceles con población, sobredimensionada y con expresiones de promiscuidad, saturación, homosexualismo y en algunas de ellas con algún índice de drogadicción.
Bajo esas circunstancias, la prisión ya no cumple en su totalidad los fines por los que se instituyó, pese a que el Estado invierte elevados presupuestos para el mantenimiento, alimentación y pago de personal del instituto que se encarga y controla los penales del país.
La reclusión o prisión está plenamente justificada cuando existe una sentencia condenatoria efectiva, pero cuando no existe aún ese estado, entonces subsiste la presunción de inocencia, una garantía que consagran los artículos 2 y 139 de la Constitución Política, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos, conocida como el Pacto de San José.
Existe la condición del procesado, considerado como primario, que es aquel que por primera vez se vio comprometido en un acto delictivo y generalmente son jóvenes; en cambio, los que no son primarios, pueden ser reiterantes, reincidentes o habituales, y en ellos probablemente sí se justifica una detención efectiva.
El Gobierno, por medio de su ministra de Justicia, María Soledad Pérez Tello, ha manifestado el propósito de establecer el uso del grillete electrónico, una decisión que la administración anterior no la tomó, pese a conocer la crisis carcelaria. El grillete electrónico puede permitir que el elemento primario no esté en prisión y justifique su ocupación diaria, su ubicación y sus actividades mientras dure el proceso que se le siga o la condena que se le haya impuesto. En Chile, hace años que usan un artefacto parecido y que se denomina “la tobillera electrónica”, y está controlada por una estación telemática que garantiza el control serio.
Es de esperarse que el ofrecimiento de la actual ministra se haga realidad, y de esa manera el Estado pueda descongestionar los penales, reducir los gastos de cada interno que crecen cada día más y, sobre todo, evitar que el elemento primario, que generalmente tiene todas las condiciones para rehabilitarse y ser útil a la sociedad, no se contamine en prisión con los elementos de mayor peligrosidad y que muchas veces tiene dominio inhumano sobre los reos que cometen por primera vez algún ilícito contemplado en la ley penal. 
Cicerón decía: “La principal ventaja de la justicia y de la buena fe es hacer inútil la fuerza”.

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